De acuerdo con un análisis al cual accedió MundoMaritimo, el transporte marítimo es la columna vertebral del comercio de minerales críticos. Según la UN Trade and Development, la lista de minerales estratégicos representó el 31% del volumen global de carga marítima en 2023. En este escenario, el cobre ocupa un lugar central. Su transporte vía marítima se concentra principalmente en graneleros, dada la magnitud de sus volúmenes, aunque las formas semiprocesadas y de mayor valor comienzan a trasladar parte de la carga hacia los portacontenedores, en línea con requisitos de trazabilidad y seguridad.
La trayectoria histórica confirma esta centralidad. Entre 1994 y 2023, el transporte marítimo de concentrados de cobre creció 634,2%, un indicador de la creciente dependencia global de este mineral. Como apunta el informe: “El cobre no procesado (principalmente en forma de concentrados) ha dominado durante mucho tiempo el comercio marítimo y continúa representando la mayor proporción de los embarques”.
Dependencias estratégicas
La estructura del comercio de cobre revela patrones claros de concentración. En 2023, los cinco principales exportadores concentraron más del 55% del transporte marítimo global en todas sus formas, con Chile y Perú dominando los embarques de concentrados hacia Asia, principalmente a China. “Los flujos de materias primas, es decir, el cobre no procesado, están fuertemente concentrados desde Chile y Perú hacia China”, advierte la UNCTAD.
Este patrón subraya tanto la centralidad de China como nodo industrial y de refinación, como la vulnerabilidad de las cadenas de suministro globales. Una interrupción en estas rutas —ya sea por conflictos, disrupciones logísticas o restricciones políticas— tendría repercusiones inmediatas en sectores estratégicos, desde la energía hasta la electrónica y la defensa.
Una cadena fragmentada
El cobre ilustra un fenómeno clave en los minerales críticos: la separación entre países extractores y naciones procesadoras. Mientras los concentrados dominan los flujos marítimos, la producción de cobre semiprocesado (cátodos, ánodos y barras) muestra avances en países productores como Chile, aunque el grueso de la refinación aún ocurre en Asia.
Esto genera oportunidades y tensiones. Para los países mineros, avanzar en capacidad de procesamiento local significa mayor captura de valor. Para los importadores, en cambio, el riesgo de medidas restrictivas o de políticas que busquen limitar exportaciones de concentrados —como ya ocurre con otros minerales en África y Asia— refuerza la urgencia de diversificar proveedores.
Geopolítica y logística
El comercio de cobre, como el de otros minerales críticos, se ha transformado en un campo de disputa geopolítica. Estados Unidos y la Unión Europea han adoptado marcos regulatorios —como el Inflation Reduction Act y el Critical Raw Materials Act— para reducir la dependencia de proveedores altamente concentrados y fortalecer la trazabilidad de las cadenas.
En paralelo, los países exportadores buscan ampliar beneficios internos. La UNCTAD señala que “Los países en desarrollo ricos en recursos están adoptando cada vez más medidas para retener una mayor proporción del valor generado a partir de sus recursos minerales críticos”.
En este tablero, el rol del transporte marítimo y la infraestructura portuaria es crucial. Rutas las de Chile y Perú hacia Asia, o iniciativas como el “Ruta de Lobito “en África, evidencian cómo las inversiones portuarias y los acuerdos de conectividad determinan quién se beneficia realmente de este auge.
Desafío y oportunidad para América Latina
Para economías como la chilena y la peruana, líderes en la producción de cobre, el reto está en pasar de ser exportadores de concentrados a integrarse en cadenas de mayor valor agregado. Ello requiere inversiones en fundiciones, zonas logísticas especializadas y políticas de coordinación industrial.
La UNCTAD lo sintetiza en una advertencia que aplica de manera directa a la región: “La logística eficiente mejora el acceso a los mercados globales y apoya los esfuerzos por diversificar la producción e integrarse en los segmentos de mayor valor de las cadenas de suministro de minerales”.
(Con Información de MundoMaritimo)
According to an analysis accessed by MundoMaritimo, maritime transport is the backbone of critical mineral trade. According to UN Trade and Development, strategic minerals accounted for 31% of global maritime cargo volume in 2023. In this scenario, copper occupies a central place. Its transport by sea is mainly concentrated in bulk carriers, given the magnitude of its volumes, although semi-processed and higher-value forms are beginning to shift part of the cargo to container ships, in line with traceability and security requirements.
The historical trajectory confirms this centrality. Between 1994 and 2023, maritime transport of copper concentrates grew by 634.2%, an indicator of the growing global dependence on this mineral. As the report notes: “Unprocessed copper (mainly in the form of concentrates) has long dominated maritime trade and continues to account for the largest share of shipments.”
Strategic dependencies
The structure of copper trade reveals clear patterns of concentration. In 2023, the top five exporters accounted for more than 55% of global maritime transport in all its forms, with Chile and Peru dominating shipments of concentrates to Asia, mainly to China. “Raw material flows, i.e., unprocessed copper, are heavily concentrated from Chile and Peru to China,” warns UNCTAD.
This pattern highlights both China’s centrality as an industrial and refining hub and the vulnerability of global supply chains. A disruption in these routes—whether due to conflict, logistical disruptions, or political restrictions—would have immediate repercussions on strategic sectors, from energy to electronics and defense.
A fragmented chain
Copper illustrates a key phenomenon in critical minerals: the separation between extracting countries and processing nations. While concentrates dominate maritime flows, the production of semi-processed copper (cathodes, anodes, and bars) is advancing in producing countries such as Chile, although the bulk of refining still occurs in Asia.
This creates opportunities and tensions. For mining countries, advancing local processing capacity means greater value capture. For importers, on the other hand, the risk of restrictive measures or policies seeking to limit exports of concentrates—as is already the case with other minerals in Africa and Asia—reinforces the urgency of diversifying suppliers.
Geopolitics and logistics
Trade in copper, like that in other critical minerals, has become a field of geopolitical dispute. The United States and the European Union have adopted regulatory frameworks—such as the Inflation Reduction Act and the Critical Raw Materials Act—to reduce dependence on highly concentrated suppliers and strengthen supply chain traceability.
At the same time, exporting countries are seeking to increase domestic benefits. UNCTAD notes that “resource-rich developing countries are increasingly taking measures to retain a greater share of the value generated from their critical mineral resources.”
In this context, the role of maritime transport and port infrastructure is crucial. Routes from Chile and Peru to Asia, or initiatives such as the “Lobito Route” in Africa, show how port investments and connectivity agreements determine who really benefits from this boom.
Challenge and opportunity for Latin America
For economies such as Chile and Peru, leaders in copper production, the challenge is to move from being exporters of concentrates to becoming part of higher value-added chains. This requires investment in smelters, specialized logistics zones, and industrial coordination policies.
UNCTAD sums it up in a warning that applies directly to the region: “Efficient logistics improve access to global markets and support efforts to diversify production and integrate into higher-value segments of mineral supply chains.”
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